Alejandro Ayalá

Explorador

Una tarde más, llega y se va,

Pero tu azucarada sonrisa queda impregnada en mi instinto,

Y no sé qué olor es más abismal,

Si el olor a un café fuerte que provoca placer

O el aroma de tu carcajeo que embelesa todo ente.

 

A veces llegas con esa fisonomía un poco desgastada

Del trabajo, del estrés o del intelecto,

Pero entre más te observo, noto que no necesitas falsear tu perfil

Porque todo el tiempo pareces serafín que con o sin luz,

Siempre acarreas esa traza mágica mezclada entre tu intelecto y tu venus.

 

No lo niego, verte al atardecer es mi avidez;

Llego temprano, y dejo de hacer todo por explorar un poco más de ti,

Y como desearía que fueses un continente inexplorado para llegar a descubrirte

De esa manera me autoproclamaría el mesías de tus bordes:

Sí, el borde de tus sonrisas, de tu anca,

De los límites del norte de tus cabellos al sur de tu base.

 

Y no me importaría que me tomase años el aprender a recorrerte,

Pero lo haría lentamente para no dejar ni una sola península de tu cuerpo desconocida

E intentaría ser lo más afable al trotar con mis manos los caminos de tu tez,

Y por las noches,

Siempre acamparía cerca de las ventanas del alma de las montañas del norte

Para encontrar el tesoro más valioso dentro de los luceros de tu existencia.