Max Hernandez

El maestro de los sueños.... Cuento

Después de la creación, y habiéndose poblado la tierra, los mares y los aires de personas, plantas y animales, decidió Dios tomarse un descanso prolongado de tanto trabajo realizado. Aunque la verdad es que se había aficionado en formar a las personas desde el barro, y quería seguir mejorando este trabajo, por eso es que decidió dedicarse a esta labor a tiempo completo. Debido a esto, creó ciertas áreas en los cielos para que se encarguen de la administración y mantenimiento de todas y cada una de las cosas que existían en la Tierra.

Es así como aparecieron los sectores de: mamíferos, aves, peces, reptiles, insectos, clima, agua, aire, etc, etc. Poco a poco el cielo se fué poblando de secciones bien delimitadas con talleres muy específicos para cada actividad que se realiza en la tierra. Y, en uno de los lugares mas apartados de toda esa maraña de edificios y oficinas, se encontraba una gran casa, con un letrero enorme que decía «Taller de sueños»

Sucede que a todas las especies creadas, se les otrogó la necesidad de dormir casi la MITAD de toda su vida! Por esa razón, el taller de sueños era una institución muy importante, pues de su buen funcionamiento dependía prácticamente toda la vida en el planeta. Estaba a cargo de este taller un viejecito, casi calvo, algo gordito, con bigotes largos y blancos, ojos chinitos y siempre risueño. En sus manos estaba el poder fabricar los mas deliciosos y dulces sueños para todos los habitantes de la tierra. Él los preparaba con mucho cariño y dedicación, y, una vez que los tenía listos, los ponía en el horno, para que estuvieran bien cocinados, antes de entregarlos con el correo celestial a todos los seres vivos del planeta, en el momento que, entrada la noche, se iban todos a dormir.

Todo iba bien, hasta que nuestro amigo, el Maestro fabricante de sueños, se puso a probar los sueños, y le gustó tanto que se quedó dormido, y no pudo entregar los sueños a tiempo. Así que pidió al Jefe (Dios) un ayudante, para su tan delicada labor. Le fue asignado un aprendiz, pero el pobre, no pudo aprender bien su tarea, y, mientras el maestro estaba dormido probando algunos suculentos sueños, quemó algunos de los que estaban en el horno; y, tratando de no quemar el resto, los sacó muy rápido del horno, así que salieron casi crudos...

Pero...

Tenía que entregar los sueños, así que igual los envío. Algunos muy buenos y deliciosos sueños, otros casi crudos, y otros quemados. Qué mala noche pasaron los que recibieron los sueños crudos! No pudieron dormir ni siquiera un minuto, pues no se podían digerir estos sueños. Se pasaron la noche en vela, tratando en vano de entender la razón de no poder conciliar el sueño. Peor la pasaron los que recibieron los sueños quemados. Tuvieron terribles visiones, donde todo era oscuro y llena de luces extrañas (el carbón llevaba aún pequeños trozos incandescentes en su interior) que les parecían terribles criaturas que los estaban persiguiendo. Despertaron asustados, contando a todo el mundo sus espantosos sueños, a los que llamaron pesadillas.

Todos pusieron el «grito en el cielo», y Dios en persona fue al taller de sueños, a ver qué estaba sucediendo. Cuál no sería su sorpresa al encontrar bien dormidos al maestro y al aprendiz, muy sonrientes ellos, con algunos sueños deliciosos a medio terminar. Le entró curiosidad a Dios, y probó uno de los sueños, y... Se quedó dormido, también sonriendo...

Ante la ausencia de Dios, fueron al taller todas las autoridades del cielo, para ver que estaba allí sucediendo. Y a TODOS les pasó lo mismo: se quedaron dormidos al probar tan, pero tan deliciosos sueños.

Entonces al fin, la esposa de Dios (la llaman de muchas maneras en todas partes, pero sabemos que ella es la que impone el orden en la casa) fue y con una gran campana despertó a todos los durmientes. Mandó a cada uno a su lugar, inclusive al mismo Dios, que había dejado de trabajar en la confección de nuevos niños, y el barro se estaba desperdiciando. Puso un gran reloj en la pared, y lo programó de tal manera, que pudieran estar despiertos tanto el aprendiz como el maestro, a la hora de entregar los sueños. Y le encargó a uno de sus ángeles más estrictos el supervisar la correcta entrega de los sueños bien cocinados y en su punto.

Pero a veces... Incluso el ángel le da una probadita a los sueños, y se queda dormido sonriendo, junto al aprendiz y al maestro...

Por eso, cuando te vayas a dormir, nunca olvides pedir que te toque un buen sueño.. Y que la madre de todos, se de una vueltita por el taller de los sueños, a ver si el Maestro, el aprendiz e incluso el ángel estén despiertos... No se sabe, pues siempre es tentador probar un buen sueño, pero una mamá nunca dejará que a sus hijos les toque un mal sueño.

FIN