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LA ALEGRÍA DE LAS CUATRO Y MEDIA

LA ALEGRÍA DE LAS CUATRO Y MEDIA

 

Viajaba en un departamento del coche cama,

muy contento se bajó

a las cuatro y media.

Iban a encontrarse después de varios meses,

primero armaron un gran alboroto

de abrazos y de besos

y de gritos de júbilo.

Se adentraron en el bosque

cogidos de la mano,

a las cuatro y cuarenta y cinco.

Fueron  al río

tan ancho, que costaba atravesarlo a nado,

nadaron hacia la otra orilla

y se quedaron flotando.

En primavera todavía es peligroso bañarse

pero sin miedo se sumergieron

en un baño de adolescentes

con gran bullicio de espumas y de olas,

y se purificaron

como en un bautizo de nuevos creyentes.

Consagrados al deleite y a la flora y a la fauna

nadaron sin prisa

hasta alcanzar el centro

practicaban solamente el arte de estar vivos

y pulidos como las piedras del río.

El cuerpo, otro cuerpo, hinchado

como en un rito funerario, flotaba a su vera,

azotaba las cañas y oprimía

las hojas que rozaban la corriente.

Agua y lodo

que daban para más de un sentimiento.

Hasta que a las cinco de la tarde comprendieron

que no estaban solos en el agua.