Salva Sosof

¡...MUY DENTRO DE MÍ!

No sé si es mala costumbre mía,

pero me suele pasar muy a menudo.

En el oscuro y en el silencio de cada noche,

me vuelvo de tal manera tan sincero

que hablo hasta conmigo y sobre mí.  

 

Ayer, fue justo lo que sucedió y algo más...

Pensé seriamente en mí por ti,

fui invadido por la ausencia de tu presencia

y sacudido por la presencia de tu ausencia.  

 

Entonces, con mi alma en la mano,

con la pluma de mis sentimientos,

escribí el más bello poema para ti,

que lleva por título tu sacro y dulce nombre.  

 

Tiene solamente tres estrofas:

EL DÍA QUE TE ENCONTRÉ,

LA NOCHE QUE ME ENAMORÉ,

Y LA TARDE QUE ME ALEJÉ.  

 

¡Oh, si supieras, mi niña morena

el mensaje y susurro de cada verso!

Tus ojos cuales nunca, brillarían;

tu rostro de ternura se iluminaría,

tu voz, de emoción, se apagaría,

tu mundo de ayer y hoy se revertiría.  

 

Tu alma de hierro se derretiría,

de la mía, seguro, se prendería,

en tu pecho ya no quedaría

ni la sombra de la melancolía.  

 

Pero, allí está el lúgubre detalle,

NUNCA LEERÁS ESE POEMA,

ni escucharás esas estrofas,

ni suspirarás por esos versos,

pues, no lo escribí con lápiz,

ni lo plasmé en hojas de papel

que el tiempo borra y olvida.  

 

Lo escribí en lugar muy dentro de mí,

ALLÍ DONDE NO DEBO DEJARTE ENTRAR,

lugar en mí que lleva el sello de lo prohibido.  

Por eso me callo y trataré, no de olvidarte,

sino aprender a dejar poco a poco escaparte,

pues, para qué decir lo que no se puede, p

ara qué comenzar lo inseguro,

y de sobra, sin ningún futuro.  

 

Perdona mi realismo exagerado,

conténtate en no saber,

SI ERES TÚ O ALGUIEN MÁS.