Laura Schez Godoy

A Miguel Hernández

(10 de septiembre de 1910 - 28 de marzo de 1942)

De un poeta humilde y luchador de Orihuela
nació el verso del pueblo,
el que narra las historias
de un muchacho frente al huerto.
A Miguel, poeta, padre y compañero
que supo escribir libertad
pese a heridas en su cuerpo,
hoy le quiero dedicar
el poema que no tengo,
que destile la verdad,
que sea puro sentimiento.

Ausencia, guerra, hambre, miedo,
muerte, desampara, cebolla, sufrimiento...
pudiste sobrevivir a su encuentro
y elevarte por encima
de quien quiso verte muerto,
pues "Perico", "El rayo", "Ausencias"
y entre muchos más "El viento"
habitan entre nosotros
y conforman tu recuerdo.

¡Qué grande fuiste Miguel
y qué pequeño es el cielo!
¿Te aguardó Ramón Sijé
tras honrarlo con tus versos?
¿Cómo encontraste la fe
entre aquel resentimiento,
para escapar de la pena,
para seguir sonriendo?

Nanas que inundan los ojos
de lágrimas escarchadas
por la piel de la cebolla
que alimentó tu esperanza.
Paredes ennegrecidas, que,
con odio, te encerraban.
Lágrimas enmudecidas
que minaron la distancia
entre su muerte y tu vida
Gritarle sin voz al cielo
y reventarlo a patadas
por la falta que te hacía.
Eliminar la cebolla
de tus noches, de sus días.
Quisiste ser un alma libre
y, tu alma, fue poesía.

¡Muerto está quien es tangible,
vivo quien es fantasía
en la mente del poeta
que en cien años no te olvida!