Cecilio Navarro

Prestigio adulterado.

 

 

Perdido en los pasillos de palacio

la fiera me persigue noche y día,

sin tregua ni descanso,

lanzando a mi cogote su vahído

que corre el laberinto de reclamos

tratando de engancharme,

pactando con demonios

las  ansias del deseo, y el morir por comprarlo.

 

En un dispendio sucio

que brama y se desgarra en la memoria.

Prestigio suculento…

o el tarro de la miel que fermenta  en mi boca.

 

La búsqueda engañosa de la dicha

con crédito abundante.

Dominio en la Contienda;

consumo en gran escala;

bramidos de la fiera.

Las letras se amontonan sin pagarlas,

derroche de riqueza;

el piso de la playa.

 

Desprecio a la pobreza

huyendo de las garras de la fiera,

con cierto revulsivo de amasijos,

con dosis de cinismo

que escupen la ignorancia

y arraigan en los hábitos, mezquinos de altruismo.

 

Surcando por la costa tropical.

Pecados de la piel pidiendo crema

al son de las comparsas trovadoras

el coche del vecino…

el último modelo en pasarela

o el canto irresistible que llama a la ruleta. 

El Banco favorece mis recursos

y endoso a sus bolsillos la riqueza

buscando en el consumo

el quid de mi equilibrio. 

 

¿De qué equilibrio hablas?

¿Desastre de equilibrios sobre cuerdos

en tiempos insaciables de locura?

La fiera ruge en jaula y me persigue de nuevo;

los niños en colegios especiales,

las madres repasando sus muestrarios,

los padres presumiendo del capricho

los otros mientras tanto, muriéndose de hambre.

¡Maldita desmesura

de tiempos desgarrados!

¡Maldito consumismo

que a los hombres convierte, en sus tristes esclavos!   

 

Cecilio Navarro    21/09/2016