Franz Talithier

Partida vejez

Partida vejez

 

 

Cicatrices cuando hablas,

 vieja rayuela

que

 alguna vez invadieron mis pasos; te

 tomé en un brindis a

través

de las copas que chocamos, y

en un vacío logré decirte aquellas palabras, y

en un instante logré pensarte en aquellos mares,

ya casi tantos viajes de la antigua

iberia de los que no registro

tus

muecas, tan solo los silencios cuando te lloré

al borde del ocaso.

 

 Con la calma de las olas sigues

cantando flor mía, pero da pena

escuchar que mueres cuando resuena el eco

de los charcos, y

que fiel fue la soledad que junto a mis versos

la sentencié a fundirla a mi como una llaga.

 

 El egoísmo fue tu escapulario que empleaste con astucia

 al llevarte contigo los vestigios de tu alma.

 

 Y te creíste digna de

juntar mis días, de juntar mis

noches, de evocar llantos detrás

de una ventana sellada como

si fuese un espacio

de

mi apellido sobre tu nombre.

 

 No te disculpes flor mía:

las luces se condensarán

a lo largo de nuestras mesas,

 a lo fino de nuestros manteles,

 sobre el alcanfor

 de manchas enrojecidas

como

un grito carcelario de flor en carne podrida, y

cuando nos llegue la hora

nos miraremos al rostro

y esperaremos con los ojos mutilados

la llegada del nuevo día, los nuevos años,

las nuevas palabras,

las gotas del brindis esparcidas en cada

copa.