Enrique Garcia

[ No te Duermas ]

No te duermas

con el canto,

como aquellos redimidos

por el llanto

duermen,

los efluvios de su enorme

estriptiquez,

de su inmensa

infatuación,

de su doble

caridad,

de su errática,

figura corrosiva,

de alegóricas

figuras espectrales

sazonadas

con mendaces bocanadas

de dantescas

filigranas perniciosas.

 

Mascaradas mentirosas

que reclaman,

de una vida mentirosa,

empujada por maléficos

miasmas deletéreos,

al servicio de una vacua,

miseranda

abogacía acusatoria

que reclama,

cuantas más veces,

que te vuelve,

a reclamar.

 

Que te acusa

y te reclama,

como Pedro,

el apóstol,

Almafuerte,

reclamaba

con dicterios,

mentecato razonante,

apostrofando,

con su pluma lacerante,

fuego eterno,

llanto eterno,

sin plutarcos,

sin siquiera la sonrisa de Caín,

el fratricida,

y en aquella angustia eterna,

tú... y Luzbel,

diestro siniestro

vomitado por Jesús

abominando,

la dialéctica

que mansilla el sacro vínculo,

fraterno.

 

Gracias santo código

de ajuste y corrección,

de la vieja conmoción,

de los devotos

de la orden

de la pálida falsía,

amasijada por la egregia cofradía,

por poder alzar la voz,

de la consciencia,

en la urna cineraria,

de la pira funeraria,

con la cual,

por luengos años,

nos quisieron sepultar

y reventar,

sin la nueva inteligencia,

de un preclaro sol naciente,

que te inquiere,

y te interroga con la voz de Saulo

Santo y Padre, y Rector,

y Doctor

de nuestro credo,

repicando una,

y otra,

y otra vez,

en aquél,

tu oído sordo,

hoy te sigue,

repicando,

permanente

en tus oídos,

las calumnias,

y miserias prolongadas

de no haber dado,

siquiera,

un grito enorme,

preguntando:

 

¿vos qué hiciste por amor?