Dulce vértigo,
¡ya!,
saca tu nostalgia…;
En mis frutos de luz,
no incrustes tus privaciones,
tus puñales,
ahí mi melancolía, duele.
Basta!
Por favor…
Soy un hechicero azul,
No un embaucador!
No me digas esclavo,
Dulce vértigo,
ahí mi melancolía, duele,
mi sangre extrajera
la bebe nadie.
No finiquites tu bendición de Mujer
así,
en mí,
que ha bajado ese Camello
tan hondo,
tan afilado,
en mi entraña,
que yo no he querido más
que de él emerjan en ti,
mañanas sin cadenas,
que tengas siempre como renovar tus ojos,
tus bellos ojos,
cuando el gran dromedario
saque de sarcasmos su ataúd…
Mi corazón es intersección de pájaros y peces
bañados de dulzura;
No hay en él astutas aves,
Ni es guiño de sueños crueles,
No es un ciego lleno de voces,
Ni crece nada así dentro de él...
¡Amor!
Dije un día, y tú también.
Y todos también.
allí donde piedras de enseñanza
engendran pobrezas
en sus mascarillas aprendices
de artificial educación…
Dulce vértigo,
deja de sacarme la vida,
así,
que yo no he querido más
que ella nazca en ti.
Que tengas siempre como renovar tus bellos ojos,
desabrigada en tu brillo de mujer...!
Dile a Jesús el Bueno que a jesus el malo
en esta noche tú le has crucificado,
frustrado en los labios de tu omitido beso;
y tu pena me ha dicho que jesus ha llorado,
y que hay un Sí santo más dulce que ese beso.
jesus hernandez
Ibagué, mayo del 2016