Viaje de la noche a la mañana
Cuando callas o cuando en su prisión el hombre
al fin cierra los ojos y los abre con tus sueños,
cuando al final del sol, en la tibieza de tu cama
te encuentras con tu amor y curas todas tus heridas,
cuando en el abrazar esas estrellas que enarbolas
sientes la verdad de un día más entre semillas,
entiendes la ciudad como una ruta inmensurable
en la que falta aún aquella torre a la alegría,
abres una flor en que por siempre los colores
tu ruta serán hacia las nuevas primaveras.
Cuando en algún dolor, en un recuerdo demorado
vuelves a encontrar los rostros que se te han perdido
y que sueles buscar en la estación de las nostalgias
sin que quede más que un batallar contra el olvido,
cuando en el rumor de la avenida que, aunque duermes
sigue en su función de actividad, con o sin fuerza,
con o sin razón en las esquinas despoblabas
y en el rumor gris de las usinas en el alma.
Cuando, al descansar, sencillamente duermes,
cierras el portal de tus demiurgos cotidianos
y te alejas al sur de las llamadas y deberes,
eres el que más ha de luchar por la mañana,
eres el que aquí debe alcanzar su propio anhelo,
y así dejar atrás las esperanzas no cumplidas
y cada frustración con la que chocas en el metro.
Cuando ya al dormir no sabes ni de tus tristezas,
ni de tu valor, sólo eres surco en lo infinito
o piedra o cristal de aquel buen mundo de los sueños,
sé que habitarás cada certeza que has logrado,
sé que volverás por la mañana con tu abrazo,
con tu sonreír a las batallas que te esperan,
con tu levantar del mundo entero la confianza,
con una canción que ha de ir contigo a la trinchera,
como esa fiel camisa que por ti se crucifica
Si es así es que el pan llega a tu mesa y la de todos,
si es así es que amar es tu trabajo cada día,
si es así es que el sol tiene en tu voz una bengala
con la que seguir a sombra y luz por este mundo.
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10 04 16