Deseo viajar por
tus caminos infinitos
y que, alegre, se pose
el agua sobre tus grietas
que el calor disfrute
entre tus pechos delirantes
y que el frío, rabioso,
muera de soledad.
Quiero que los lunes,
desaparezcan (para siempre) a tu vera
y que las nubes, mudas,
deliren de austeridad
anhelo, radiante,
un segundo de tu néctar
y te busco, a secas,
entre los recovecos del mar.
Así que, querida,
mantente siempre en guardia
que tus piernas, salvajes,
son fruto de mi ansiedad.