Desnudos
Cuando dios ande desnudo, cuando deje
esas alas o ese traje de ministro,
cuando cuelgue aquella túnica dorada
o el sayo almidonado de sus fieles,
allí lo quiero ver, cuando descienda
tal como dios, o el mismo, vino al mundo,
desnudo como el pobre muerto de hambre,
como el niño sin pañales, como el reo
que ha muerto desangrado en pleno patio
de la cárcel de sus propias rendiciones,
desnudo como el pueblo, como el sida,
como todas las palomas de la plaza,
que desplumadas ya por abuelos sin comida
no vuelan sino allá donde las fría un buen vecino.
Cuando dios ande desnudo, cuando venga,
como ya vino esa vez, para ser mal coronado,
para ser mal bendecido por la lanza y las espinas,
para ser por esta vez un jugador sin fe ni banca
ni menos con un as bajo la manga de su padre,
cuando venga así, por mí, por ti, por todos los mortales
y sea él mortal, como los que aman y defecan,
como los que se tropezaron con sus juicios y rutinas
y no supieron ver que el cielo estaba al lado suyo,
cuando él sea ese dios que una vez más desconocemos,
desnudo ante la muerte, la metralla, los verdugos,
ante el dolor humano que no tiene quien lo cubra,
ni las vagas oraciones ni los templos rasca cielos,
ni el viejo porvenir que es y será siempre el deseado,
sólo que ni él sabe, por lo tanto no predice,
sólo que no llega, apenas nada anuncia
sino un juicio final al que ya estamos, por desgracia,
acostumbrados pues lo vemos cada día y cada hora.
Entonces, cuando nadie, ni él mismo lo recuerde,
que hay una creación, que hay un sentido en cada rosa,
en cada atardecer, en cada resto de boñiga,
quizás pueda pasar que todos desprendamos
la venda que nos ciega, corderos vueltos lobos,
desnudos ya del gris de nuestras vidas solitarias,
sin traje ni sudario que nos mida y nos ausculte
y sólo con un afán de ver lo hermoso que hemos sido.
Más hermoso será cuando ese dios, como un hermano,
desnudo venga aquí y en un abrazo nos confíe
todo lo que fue, lo que no fue entre tantos sueños,
como en este sueño, sencillamente en algún día
suavemente respirar, sin manta ni hábito que ahogue,
sin nadie en el sitial del que ya tan pocas veces
nos atrevemos a salir de tan humanos o divinos,
de tan celestes o de tierra. pero siempre y siempre solos.
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06 04 16