Pido la noche que oscila,
acelerando su vino,
hasta el susurro divino,
pido burlar de salida,
ebrio perderme al atizo,
severo de inquieto duende,
daga es la pluma que pende,
negando al tedio permiso.
Algo murmura a mi oido,
sofoco en manos su canto,
y el lecho en hordas flotando,
crispa mi cuerpo rendido,
el techo en brumas parece,
un remolino cenizo,
de estrella y aguas un rizo,
poblado en nubes y peces.
Un cielo en tules vestido,
gira en la piel del pasado,
como aquel beso en la mano,
de reverencia y castigo,
giran esclavo y linaje,
como luceros dormidos,
gira del siglo un motivo,
de aquella dama y su traje.
Miré al dorado engranaje,
gente y remotas escalas,
era la magia pesada,
la tinta lluvia de un viaje,
y yo marioneta en sus hebras,
aletargado en su broche,
allá palmadas y voces,
logré mutar en mis letras.
Mas sublevado al empeño,
atesorando el reposo,
sobre la almohada dichoso,
despido gnomos risueños,
cierro los ojos y duermo,
y el alba al pliego desvela,
mi verso y una condena,
bajo otro sol donde muero.
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