Eugenio Sánchez

PITAJAYITA


Manjar divino que como rosas blancas
abres tu vientre provocador
y riegas tu aroma embriagador
por la agreste cañada 
en la alborada de un febrero

Sobre el camino, entre pedruscos,
junto al molle, al uño y al odeque, 
te atrincheras,
custodiada por millares de lanzas.

Cuando la yerba muere,
cuando el viento juega con las hojas secas,
como milagro de Dios brota una luz,
y en el estío de un agosto gris, 
nace tu flor y con ella la esperanza.

Cuando llegas a tu otoño 
los chuguíos perforan tu piel;
bajo tu sombra, un zorro hambriento
afila los dientes,
esperando que caigas rendida,
y te ofrece como única recompensa
un aullido triste.

Tus espinas que fieras lanzas fueron
ya son como plumas que las carga el viento
y la ladera queda salpicada
por millares y millares de pepitas negras. 

Pitajayita, dulce alimento del caminante 
y del labriego que exhausto vuelve a su choza
pitajayita, déjame regalarte estos versos 
que son mi ofrenda.

Hoy que en mi mente brota la imagen 
de esas auroras allá en los andes
cuando mis labios se deleitaban de tu pureza 
bajo la quietud de un eterno cielo, 
este recuerdo quedó esculpido en mi alma.
Pitajayita, pitajayita, como te añoro.

  Eugenio Sánchez.