Franz Talithier

De letra por letra

De letra por letra

 

 

Cuando escribes un poema, desgastas con sinceridad palabras que en alma

hubieran sido quemadas a fuego lento con vodka barato, que los ojos vomitarían

a propósito. Piensas en cada coma mal puesta y en los versos que no sabes si alguna

vez serán leídos, y en el rostro acongojado de chicas con rubores, de esas

que dan besos en la mejilla.

Te detienes y borras. El costado de la hoja se hincha de tinta (¿Azul o negra?)

y tu ahí preocupado por la enajenación ubicada en la boca de otra amante. Nunca

que hablas de pagar el alquiler, ni que se enoje del viejo del subsuelo, ni aunque

te tirara el par de zapatos por la ventana. Menuda cólera.

Y al final, en el último aliento, quedas con una mirada soberbia en el papel. Yo aquí y tu

ahí, intercambiando miradas, mirándome sin mirar o mirando las luciérnagas transparentadas

con estrellas, esa escena de verlas mientras haces un bollo con todo el abecedario

y muchas intenciones de un lindo poema.