Victor Cea

La noche pura.

En la noche pudimos yo y los acordeones

preguntarle al dueño de corazón ya inerte

el por qué de las llamaradas secas

y si quizá hubieramos vivido quizá.

 

Aquel cuentahistorias de sol de la bocamanga

del cráneo de la interrupción negra de lo angélico

se posó, inquieto y estremecido

en la exacta cumbre de lo imaginable.

 

En esta noche de la esencia

que de lanzados geranios de agua lejana

hacen morir la vigilia de la menta.

 

Por los paisajes de este recién dormir

en esta noche de lo insostenible

hace el fervor ser el hombro eterno.