María

ESTOICA

 

Sólo deseo beber el licor maduro de la resignación, ese sentimiento que nos enfrenta a lo real, lacerando el alma. Lo sé desde hace años. Certeza absoluta la de su adiós. Sin embargo lo pienso, como se extraña a quien está por llegar. No vendrá.  Mi regocijo no se basará en su sonrisa. Pero es de noche, hace frío. Es dulce estarse así, recordando lo sublime, ansiando lo vivido por más que mañana me espere la cotidiana muerte.