Néstor Noé

Cuando nos dejes

Dayana, compañera de batallas y cerrojos

sobre tierra extraña marchas y te alejas,

privados del castaño dulce y breve de tus ojos

¿Qué haremos los amigos que a tu paso dejas?

 

Acudiremos a la luna, al violáceo candor

de las noches estrelladas,

al silente murmullo de arabescos manantiales

que tracen su camino sobre rocas encrespadas.

 

A donde habite la belleza, en lechos mullidos

de coral y entereza,

a los silfos de luz, principios de los nidos

en que el sol deposita su pureza.

 

Hacia allá habrá de dirigirse nuestra mirada,

en su afán de viajes y recuerdos,

pues acostumbrados a tu rostro, bien amada,

nuestros ojos (antaño locos, ahora cuerdos)

crean mariposas de la nada.