kavanarudén

Carta a un neodocente

 

 

 

Mi querido colega.

 

Veo en tus ojos las ganas y las ilusiones de trabajar, de dar lo mejor de ti y eso es muy bueno, óptimo, un buen comienzo.

 

Perdona si me permito escribirte esta carta, quizás son los años que pesan, no lo sé. De seguro me mueve la buena intención de dar un simple consejo desde la base de mi experiencia.

 

No son pocos los años de docencia que llevo sobre mis espaldas. En estos años he tratado de dar lo mejor. Como todo camino que se emprende en la vida, la docencia, es un camino que está lleno de sorpresas, de cosas que han ido como he planificado, otras no; momentos de felicidad y otros de sufrimiento; de todas maneras, agradecido estoy por todo lo vivido. He ganado, pero también cuento en mis años algunas pérdidas. Éxitos no me han faltado, pero también derrotas, de las cuales he aprendido más que de los éxitos, porque han sido oportunidades para revisarme y analizarme crítica, pero misericordiosamente a fondo.

 

El gran enemigo de nuestro profesión es la arrogancia. Mientras más crezca tu cultura, tus conocimientos, de igual forma debe crecer tu humildad y tu sencillez que no son signo de debilidad, sino de fuerza, reflejo de un alma noble.

Resiste a la tentación de creerte mejor que los demás, sobre todo, de tus alumnos. Ellos están comenzando y necesitan estímulos, enseñanzas y no humillaciones o decepciones.

 

Conoce a tus alumnos, eso te permitirá ser exigente, saber cuanto puedes exigir, cuanto no. La exigencia es una virtud en la educación, pero debe ser aplicada a la capacidad de cada quien. Si alguno ha capacidad de darte 100 y te da 50, exígele el máximo, pero si ha la capacidad de dar 50 y le exiges 100 podrás en peligro su integridad. El conocerle te permitirá saber cual es su capacidad y hasta donde poder exigir. Recuerda que es un ser humano que tienes en tus manos, un ser precioso y único que necesita que le acompañes en la búsqueda de su realización, de su vida, por qué no, de su misión o vocación.

 

Recuerda que lo primero que enseña en un docente es lo que éste “es”, lo segundo, lo que éste “hace” y por último, lo que éste “dice” y no lo contrario. Muchos dicen tanto y hacen poco o, lo que es peor, hacen todo lo contrario de lo que predican, triste mediocridad.

Que tu decir sea expresión auténtica de lo que eres, confirmado con lo que haces.

 

Conócete profundamente, tus impulsos, tus debilidades, tus inconsistencias, así evitaras proyectarlas en los otros, especialmente en tus alumnos. Recuerda que mientras más en paz estás contigo mismo, mientras más armonía vives en tu interior, tendrás más autoridad. La autoridad que te otorga tu misión de maestro.

Si dejas crecer la inseguridad en ti, la insatisfacción, la frustración, tus miedos, el desconocimiento de tu persona, todo eso, se reflejará en tu autoritarismo, intolerancia, impaciencia, violencia. Recuerda que reflejamos, aunque no queramos, lo que llevamos dentro y nuestros alumnos son unos perfectos termómetros.

En nuestra profesión, quizás en todas, pero hablo de lo que conozco, existen dos caminos para llegar a la cima.

El primero será aparentando, vendiéndote, siendo servil, diciendo lo que a los superiores o quien tengan el poder, quieran oír a costa de la misma verdad. Llegarás a la cima, seguro que sí, pero serás un mediocre vacío, amargado.

La segunda, por tus méritos, por tu ser profundo, por tus capacidades, por tus estudios, por tus esfuerzos, por el haber aprendido de la vida, por tu \"ser humano\", por ser un verdadero acompañante de aquellos que te han sido confiados.

El primer camino es más rápido, pero es fugaz como la arena entre tus manos.

El segundo es más lento, sacrificado, pero perecedero y te da la satisfacción de haber llegado por tus capacidades y no por la mediocridad.

¿Cual es el secreto? No aspirar llegar a la cima, sino simplemente ser y cumplir tu misión de docente, así, al final tendrás la gran satisfacción del deber cumplido.

 

Hermosa profesión hemos escogido. Bella misión llevamos en nuestras manos, no permitas que nada ensucie tu conciencia, ella es el lugar más sagrado que tenemos, es donde mora Dios mismo quien será tu compañero y guía si así tú lo permites.

 

Que tu mayor satisfacción sea un rostro alegre, con una sonrisa sincera, que al final de un camino te dice: “Gracias profe, por haber creído en mí”, “gracias por todo lo que he aprendido”, “gracias por haberme ayudado” o un simple, pero significativo: “gracias”. Tu corazón se ensanchará y darás en tu interior: “todo valió la pena” y volverás a recomenzar de nuevo.

 

Esta misiva es un simple consejo, puedes tenerla en cuenta o no, al final es solo el consejo de un docente veterano que ve cada vez más de cerca su meta. Que simplemente se siente feliz y satisfecho de ser lo que es.