Raúl Daniel

Carta a mi abuelo sobre el Paraguay de ahora (Espejo 50)

 

Ciudad de San Lorenzo, 16 de abril de 2007 

Sr. José Douglas Martínez.

Querido abuelo: 

            Me decidí a escribirte otra vez. Han sucedido tantas cosas desde la última carta que te hice, que ya quería contarte algunas. Esto es porque tú eres el único que entendió (un poco) mi ministerio, y el porqué de mi venida a Paraguay.

            Tienes que saber que aunque éste sigue siendo el país en que tanto querías vivir, ya no es como lo conociste, el que tú visitaste, al que ayudaste como enfermero en su guerra con Bolivia y en el que trabajaste también.

            El Paraguay de ahora es solamente un mal espejismo de ése. Ahora ya nadie puede dormir con las puertas abiertas, ni transitar en paz sus calles, ya no se oyen serenatas vespertinas en jardines adornados con rosas, amapolas y jazmines. Ahora los músicos suben en los micros urbanos y, cual mendigos, tocan un par de piezas por las monedas que algunos les dan.

            Tú no vistes a los miles de niños que hoy deambulan pidiendo o delinquiendo por las calles de las ciudades del otrora país de tus sueños. Esto ha cambiado mucho, abuelo.

            Lo que sí no ha cambiado es la forma demagógica y feudal de la política. Como aquí casi todo es importado, se copia rápidamente el adelanto tecnológico de los países desarrollados, entonces podemos ver a criaturas con aparatos telefónicos portátiles personales (celulares). Pero no así en la política, donde la corrupción en el manejo de la cosa pública está a la par de lo peor del mundo.

            Los que se deberían encargar de la seguridad (muchos de ellos) se dedican a coimear, extorsionar, robar y secuestrar. Sí, la misma policía está corrompidísima, y se parece a las antiguas mafias de Italia, EE. UU. y Argentina.

            La sociedad se está degradando poco a poco en una espiral descendente que cada vez se asemeja más a una caída en picada. Y, en estos últimos días detonó algo espectacular: En los días de semana santa y en un popular balneario, muchos jóvenes que se reunieron con motivo del largo feriado a tomar y solazarse, llegaron a extremos de tener lo que casi fue una orgía. Si bien muchos solamente fueron espectadores (niños entre éstos), hubo quienes se desnudaron y además de bailar ¡practicaron sexo públicamente... hasta oral!

            Tú sabes que yo no soy un puritano, y también que no es por aquí solamente que ocurren estas cosas, en Río de Janeiro, durante los carnavales, el desenfreno es aún mayor. En realidad (las fotos salieron en diarios y por T.V.) tampoco me escandaliza el hecho de ver chicas abiertas de piernas o mostrando sus senos, sobre todo porque a cada momento las modelos hacen esto, cobran fuertes sumas como premio y nadie se escandaliza, (y aquí sale a relucir la hipocresía y doble moral de este mundo). Lo que sí me entristece es que los jóvenes ya no sean dueños de tener proyectos o sueños, y sus expectativas estén reducidas a “pasarla lo mejor posible”, léase, borracheras, sexo, drogas...

            A raíz de estos últimos acontecimientos, han salido a la palestra los comentarios de algunos sicólogos y sociólogos. Sabemos bien que es lo que pasa. La gente que está en el poder, gobierno, políticos, empresarios, organismos de seguridad y hasta muchos docentes, son cobardes traidores a la nación paraguaya, se han apoderado del Estado para enriquecerse personalmente y no les importa nada de sus conciudadanos. No existen expectativas de progreso y el pueblo copia la degradación de sus autoridades.

            Un cura (obispo) renunció a su ministerio y se postuló como candidato para las elecciones presidenciales, también está candidateado un general golpista desde la cárcel. El presidente roba la plata del erario público para subvencionar la campaña política de los suyos, (quiso modificar la constitución para ser reelecto, pero no lo consiguió). El oficialismo se sostiene por la ignorancia y un ejército de “zoqueteros”. Todo está podrido, y tengo miedo, abuelo, sí, miedo de que se esté gestando algo muy feo, algo que destruya más a este país, que, a pesar de que somos de otro, tú y yo amamos tanto.

            Yo les hablo a los jóvenes, les explico estas cosas (aunque muchos ya saben todo), les digo que aprendan a votar, que se cultiven, que la democracia no sirve en los pueblos sin cultura, porque los manejan los astutos, y casi siempre los astutos no son patriotas. Pero en realidad es muy poco lo que puedo hacer por cambiar todo lo malo que pasa.

            Querido abuelo, en realidad nosotros no podemos hacer nada. Lo que ha de hacerse, deben hacerlo los paraguayos.

 

                Raúl Daniel