Con ese nombre estaría contento;
Miguel no vacilaría trocar
Y aunque sé que no lo puedo tocar,
Feliz que me llamen así presiento
Y orgulloso llamándome a mí: el viento.
No existe quien sueñe con detenerlo;
No se sujeta a humana voluntad
Pues no está obligado a su vanidad,
En vano buscan cómo han de vencerlo
Pues solo lo oyen y no pueden verlo.
Cuando se apresura a estar enfadado;
Demuestra impaciente su seriedad
Puesto que es un destructor sin piedad,
Horrorosamente lo ha demostrado
Como soberbio huracán o tornado.
La gente lamenta su mala suerte;
No se conforma matando civiles
Hombres, mujeres arrasa por miles,
La floresta muda cual roca inerte
Pues heraldo se torna de la muerte.
Cual mundano no conoce el ayuno;
Sin piedad e ira parece vestirse
Su risa diabólica puede oírse,
Pues La sangre bebe como ninguno
Y es que furioso, como él, solo hay uno.
Desde luego también es melancólico;
Tiernamente lo demuestra en la brisa
Que del amor el ambiente matiza,
Entonces es realmente fantástico
Porque se vuelve un amigo romántico.
Cuando su brisa acaricia tu rostro;
Alivio es al llegar el desamor
Pues nos inspira a tomar su valor,
Es cierto que no existe en él malicia
Pues no conoce lo que es la avaricia.
Verdad es que no es mejor ni peor;
Porque es absolutamente inocente
Debido a que sentimientos no siente,
¿Aflicción? No tiene ningún dolor
Por no tener el mínimo de amor.
Sin duda tiene su temperamento;
Que fingiera arranques suaves y brutos
Nuestro Dios le ha dado esos atributos,
Y aunque no comprendas, esto sustento:
Señor, permiteme ser como el viento.