Adolfo Cano

ODA AL PAN

 

Pan color de nieve,

Pan color  de noche clara,

Pan color de atardecer dorado.

Pan de piel bronceada,

Vital y dócil, salpicada de maní tostado

Y, de carne tierna, jugosamente insípida.

A veces con sabor a dulces frutas:

A naranja, a banana, a dulces uvas.

Y a otras tantas con aromas

de ajonjolí, mantequilla o ajo.

Pan, pequeño y tierno

Como la palma de un niño,

Pan, largo y firme

Como el faro dorado de su planta,

Pan, ancho y grueso

Como el verano redondo de su clima.

Pan de mil formatos, tonos y sabores,

En ti se condensa el sudor del campesino,

el talco y el calor del panadero, y

la ambición egoísta del empresario.

 

Pan, bocado primigenio,

Milenario y holoceno,

Con señas arqueológicas del alimento humano.

Tienes en tú alma historias sin fin:

De vida y muerte,

De paz y guerra,

De abundancia y hambre.

Conservas en tu carne:

Sudor y piel quemada de humildes brazos,

Sonrisas tiernas y paz de hogar,

Dulces y tranquilos sueños.

Muchas veces

Escaseas en la boca

de tus padres: los labradores de la tierra.

Esas mismas veces,

Los poderosos

lo comercian velozmente

Olvidándose del hambre

y su remedio, el pan.

 

Eres pan de vida,

ternura,

abrazos y besos en la mesa,

donde, entre pan y vino,

se tejen sueños futuros,

Se hacen amigos

y se funde el amor sin arañar la piel.

 

Amo los momentos de alegría,

Cuando la cena está dispuesta

y ceremoniosamente se retira

El perfumado manto blanco

Del canasto en el centro de los comensales,

Y el anfitrión,

Discreto y delicado,

se revela, dispuesto,

A saciar nuestras necesidades milenarias.