Alberto Moll

Latidos

Sutiles, inasibles, huidizos,

penetran los oídos de mi alma.

Su origen impreciso desconozco.

Sus oscuras estelas no distingo.

Pero hay momentos

‒aun en la soledad de mi reposo‒

en que las ondas de sus pulsaciones

hacen vibrar imprevisiblemente

mis pensamientos.

 

Son sus sonidos graves y profundos.

Rítmicos, aun con ritmos variables:

pausados unos,

de armonía y sosiego portadores;

otros, en cambio,

agitados en trotes desbocados

que encrespan los remansos de mi mente.  

 

Hoy he puesto atención a sus redobles.

No ha sido fácil

reconocer su fuente en el tumulto

de ruidos y gritos del planeta.

Pero al fin, con paciencia, con empeño,

descubrí su secreta procedencia:

¡Son los latidos!

¡Los latidos dispares y plurales

de todos los humanos corazones

que laten disonantes, mas porfiados!

 

Latidos que se avivan exultantes

por amores que bullen inflamados...

Latidos que retumban dislocados

por la ira, la cólera y el odio...

Latidos que suaves se enlentecen

en plácidos momentos de ternura...

Latidos que sus ritmos aceleran

por temores, angustias o zozobras...

Latidos que hoy comienzan a vibrar...

Latidos que hoy se extinguen poco a poco...

Latidos que acompañan mi latido

y que marcan los ritmos de este mundo

inexplicable.