Sara (Bar literario)

Carta de emergencia a quien no me lee y me desconoce

No sé porqué te estoy buscando, Vincent. Tú nunca has traído nada bueno a mi vida. Siempre me dejaste con un cigarrillo, una botella y una lágrima,  de ésas que parecen el preludio de un crimen. Jamás cometido cuando se lo vive a diario.


Mi Vincent, yo sé que no me lees, pero te busco con insistencia. Necesito de ti, desesperadamente. Necesito perderme en ti, porque sucede que me he encontrado y descubro de nuevo, que el amor no es el mejor sitio para quedarse. Eso nos pasa a los que hemos habitado en su ausencia por tanto tiempo.

 

Tendemos a destruirlo con la gracia divina de estar dibujando un pájaro sobre un papel que hemos rescatado del fuego. Con la sincera austeridad de un pobre que devuelve a su benefactor, un par de zapatos ya usados.


Y lo que es peor, disfrutamos tanto mientras lo estamos matando. Mientras lo llenamos de desastre, ahí donde había un columpio que nos elevaba, imaginariamente, encima de todo. Ahí ponemos piedras, y luego culpamos al otro de haber caído.

 

Vincent, no hay nada que pueda rescatarme, sabes que no te busco para ser salvada. Te busco irremediablemente, porque me haces falta. Me hace falta lo que eres. Y ambos sabemos que no eres más que yo misma, desnuda. Como un bebé que se mira en los ojos de sus padres y sigue llorando, porque no sabe que es él, por quien se ha dejado todo.

 

Mi Vincent, mi Vincent amado. Mi Vincent, que no pide nada más que lo da, háblame, vuelve a mí, donde quiera que estés, donde sea que estés ahora, recuerda que somos uno, que no hay nadie que pueda comprenderte tanto como yo.


Juntos de nuevo, juntos, de nuevo juntos, empezaremos la danza fúnebre, de estar solos, siempre solos, mientras jugamos, a estarnos amando.