Se despliega un hipertexto
con el primer café de la mañana
—como un bajo continuo—
que enlaza con un posit
pegado en la nevera
con la frialdad de una tarjeta roja
en la primera parte de un domingo
que no esperas.
Inclinando su letra y el estilo
a la distancia justa que más hiere
«me llevo el amor
(también sus caras largas)
…además de un mantel bordado a mano
y un juego de café de La Cartuja
—regalo de mi madre—
por los muchos infinitos
que escondes detrás de tu sonrisa»
¿Qué me detiene no pasarme al té?
Me hago una promesa:
¡de mañana no pasa!
si es que encuentro la forma
de dejar el café
y no pensar en ella.
Sandor