Yo quiero mis cenizas dormidas
al pie de un mango naciente,
para seguir alimentando
la sonrisa de un niño desnudo.
Yo quiero mis dos sandalias,
una en Los Andes y otra en el Caribe,
para seguir andando y desandando caminos y vientos
Mis sayas se las dan
a cuanta muchacha pase,
para seguir calentando la piel de una mujer.
Mis poemas los queman conmigo,
para que otros los vuelvan a escribir.
Mis sueños encriptados
se los entregan a mis hijos,
ellos sabrán que hacer,
que me perdonen esa carga,
nada más valioso tengo.
A la risa que siempre me acompañó,
le dejo mi paz,
me llevo un resquicio del sol durmiente
y un pedacito de verdad.