jairodelacroix

A las golondrinas que volaron...

Ustedes, los incesantes viajeros que desplegaron las alas con el beso de nuestra primavera, sedientos de aventura y mundos adornados en mil matices, ustedes los incansables risueños prendidos en luces transitorias, reflejando el cauce del sol en cada respiro y en cada paso...

 

A ustedes, mis amigos, ustedes que fueron la resonancia de la más pura inocencia que ilumina el sendero del universo, a ustedes que se alejaron como las marejadas traviesas, me dirijo…

 

Tan solo un momento vengo a recrear su vuelo en mis recuerdos, pues juntos recreamos fantasías, juntos resplandecimos con la magia de nuestra infancia en jardines etéreos cual flor abierta y juntos hemos descubierto nuevos horizontes bañados por el azul del mar y el cielo unidos en la distancia…

 

Ya los niños y las niñas son hombres y mujeres, aquellos maestros de temple mesurado pueden ahora ver su obra completa al vernos navegar en el torrente de la creación, quizás como trovadores de sabiduría, quizás como sobrevivientes de sequias interminables bajo un calor implacable… pero dueños de la mayor riqueza: nuestros recuerdos y nuestras sonrisas.

 

¡Nuestras sonrisas serenas, adornadas de lirios y claveles las mejillas, diluyéndose en los vientos dorados de las tardes tibias!

 

Ustedes, mis amigos, viven solo en mi pasado, en febriles estaciones de juegos vivaces, en apacibles melodías que resuenan cual aleteo alegre de colibríes en mi oído, pero sobretodo… en el recuerdo que guardo del vuelo que emprendimos cual si fuese un sueño de amor, una breve ilusión guarecida al vaivén de las nubes…

 

¡Bienvenidas sean las nuevas golondrinas que nos reemplacen!  ¡Bienvenidas sean las placenteras e indescifrables caricias de la niñez que viven nutridas del perenne corazón del divino y alumbran cual aurora!

 

 

Jairo De la Cruz Torres