José Jacinto Corredor Cifuentes

EL ROSTRO DE MI MADRE - ELEGÍA

Vi tejerse en forma paulatina tus arrugas

y el rostro que antes era suave, como piel de niño,

por el llanto, el sufrimiento, las angustias,

se te fue ajando cada noche y cada día.

 

¡Pero aún así, eres hermosa madre mía!

 

Tu ojos que despedían soles cuando me miraban,

se te fueron quebrando en los albores de las mañanas frías

cuando uno a uno tus hijos velabas con encanto,

sin importante el sueño, ni el cansancio, ni la tenaz fatiga.

 

¡Pero aún así, eres hermosa madre mía!

 

En tu boca de delicados labios, el corazón está desdibujado,

las lágrimas que hasta ellos han llegado, los marchitaron

como los pétalos de la débil rosa y aún así cuando sonríen,

de revivir son capaces las viejas añoranzas de la infancia.

 

¡Pero aún así eres hermosa madre mía!

 

Y el color de tus mejillas ya no aparece como antaño,

es que el sufrimiento no ha pasado en vano, destiñendo

el carmín sonrosado de la aurora, que otrora enamorara al viejo,

cuando no habías dado todo de tí, tu vida, tu sangre y tu calor.

 

¡Pero aún así, eres hermosa madre mía!

 

Contemplo con cariño, con ternura, con inmensa pena,

lo que has dejado para tí, cuánto has repartido

y al Todopoderoso pido con fervor, conserve redibujada

tu hermosura en el retrato que de tí tengo en el corazón.

 

 ¡Pero aún así, eres hermosa madre mía!

 

Ha pasado el tiempo, en su veloz carrera,

nos dejaste, partiste blanca paloma mensajera,

remontaste, cual ave viajera el vuelo al infinito,

dejándonos soledad, tristezas y pesares,

en el herido pecho que un guiñapo más parece.

 

Se extinguió el fanal de luz que iluminó la abrupta senda

y ahora a tientas hemos de seguir errando,

mas no, porque tu luz, tu fuerza y tu cariño,

serán la égida que unida mantenga la familia.

 

A Dios le damos gracias por habernos permitido

disfrutar un hito de su bondad inmensa,

que siempre inundó tu materno corazón,

y resignados entregamos en sus manos,

este don preciado con que nos honró.

 

Bendice oh madre, desde el cielo, a esta triste prole,

que hoy, acongojada llora tu partida

y sea corto el tiempo que tardemos en estar de nuevo

reunidos todos junto a Dios en el celeste reino.

 ¡Pero aún así eres muy hermosa madre mía!

 Bogotá, Agosto 20 de 2013