VICTOR ANDREW

DIVINA SOÑADORA

a Letanea...


Era tarde talvez,

Y creo el trémulo viento estaba cansado…

en verdad, no lo recuerdo muy bien.

 

Pero sí a la silueta impactante de la vida.

 

La había visto hace mucho;

Sin embargo las lindes del destino

ofuscaron la vista algún tiempo;

Y algún tiempo aclaró la vista también.

 

Y así comenzó todo:

“El sueño fervoroso aclamando realidad.”

 

No recuerdo el día,

ni la magna distancia

entre los amantes desconocidos.

 

Solo sé que aquel tiempo

fue como nunca nada ha sido,

y como nunca de los tantos volverá a pasar…

 

Era tarde talvez,

y creo el trémulo viento estaba cansado,

entonces el arcoíris despejó colores en línea recta

y las gotas de las negras nubes cayeron hacia arriba.

 

Era tarde, creo…

Yo andaba como siempre:

Cansado sin cansancio…

Y alegre sin sonrisa…

 

Mi vista perdida

entre los crasos abismos del mundo,

y mis alegrías guardadas

en el cofre indiscreto del llanto.

 

Yo caminaba como ahora aún suelo hacerlo,

Con lentitud posado sobre la huellas…

Trastabillando un poco

por mirar suspendido hacia el cielo ondulado.

Entonces, con tiento,

un brillo frente a mí encendió.

 

¡Era la silueta impactante de la vida ¡

 

Lejana y silenciosa...

Diferente y admirable…

 

 Mi respiración se anudó

fuertemente en mis fosas,

Y solo el tibio aire de su presencia

Adentró al fondo de mi alma…

 

¡Y llegué al fin al origen de la existencia ¡

 

lentamente el cuerpo

se fragmentó hasta el polvo.

 

Cayóseme el cabello, los ojos,

los labios, los hombros, las manos…

¡Todo, todo se hizo polvo!

 

Y mi ser quedó desnudo

en la esencia más pura: Mi espíritu.

 

(Había visto lo que muchos vieron,

Y pocos como yo apreció)

 

¡Divina¡

Como el ángel bíblico

acompañante del buen cristiano.

 

Arrojé  mi espíritu a su fuego,

y me consumí en el oscilante

de sus ojos cristalinos…

 

Y talvez,

la tarde casi apagada

volvió a su día ante mis ojos,

y la silueta impactante de la vida

desbordó los sueños Ilimitados,

 embriagándome en su honda dulzura...

 

Era tarde,

pero no muy lejana de la alegría…

Si no muy cercana del amor.

 

Aquella tarde febril –la recuerdo-

me comprimió el pecho en un instante,

 me ató el alma a su silueta divina,

 mis recuerdos a su infinita existencia

y fue empalmada dentro del frágil pecho…

 

Y aunque ha pasado ya el tiempo…

 

Era tarde talvez…

Cuando la vi…

Y empecé a amar...

  

                       V. Santur