Alberto Moll

Moraira

 

A Moraira acudiste

a visitarme.

¡Aquel día las flores

se abrieron antes!

Y madrugaron

para ver en tus ojos

de amor un rayo.

 

La ardorosa impaciencia

por estar juntos

abrasaba las horas

y los segundos.

Y el sol clemente

adelantó su orto

resplandeciente.

 

Las hierbas del camino

se separaban

para dejarte paso

hacia mi alma.

¡Pronto llegaste!

¡Y las olas cantaron

al anunciarte!

 

Se vistió el mar de azules

tan inauditos,

que los peces saltaban

sobrecogidos.

Y, entre las rocas,

florecían las algas

en verdes rosas.

 

Paseamos unidos

junto a la playa,

donde blancas gaviotas

nos envidiaban.

Y nuestros brazos

violentos se anudaban

en fuertes lazos.

 

En la arena la huella

de nuestros pasos

dibujaba senderos

enamorados.

Mientras la espuma

fundía nuestras sombras

las dos en una.

 

La luz en nuestros ojos

resplandecía,

pues el cielo y la tierra

en ellos ardían.

Titubeantes,

nuestros labios forjaban

besos amantes.

 

Adquiría la tarde

rojos dorados,

fundiendo dos alientos

enajenados.

Melancolía

del viento que anunciaba

la despedida.

 

Y el corazón gritaba

¡que no anochezca!

Pero el día implacable

siguió su senda.

¡Tiempo inhumano!

¡Cómo te apresuraste

a separarnos!