Mujer Nagual

UNA NUEVA VISIÓN *

Cada paso que daba, era una nueva mañana. La luz que iluminaba los días era fuerte, pero cálida a su vez. Absolutamente todo se veía con una claridad impresionante. El reflejo de la luz en los árboles era digno de ser retratado. Éstos eran resplandecientes. Había agua por doquier, lagos, arroyos, lagunas, etc. Mis ojos todavía se encontraban incrédulos ante tal visión. Mil lágrimas caían de ellos. El agua era serena, todo parecía estar en constante armonía. Luces me rodeaban y me hacían volar, expandirme, adentrarme en los supra sentidos, que despertaban en mí, tras la visión de tanta conexión.

 Fue en ese momento, en el que perdí totalmente la sensación de lo real y lo irreal. Todo se movía ante mis ojos. Mi corazón era un gran Sol, que despertaba de un gran letargo obscuro. Yo ya no era la que respiraba, sino que, aquel aire me inspiraba y exhalaba por su propia cuenta. Sentía que levitaba, entre los grandes habitáculos de la conciencia cósmica. Estaba absorta en mi yo ante tal exquisitez. Y más aún, sabiendo que toda aquella perfección, se situaba en lo más profundo de mi misma. Me encontraba en un juego de luces, que me fascinaba, me llenaba de un vacío refrescante, el cual, despertaba la Totalidad de mi Ser.

Poco a poco, y paso a paso, comencé a controlar aquel juego. Me vi a mi misma inexistente, Uno con el Todo, y siendo la Nada al mismo instante. ¿Qué diferencia podía encontrar en aquel momento entre el exterior y el interior?, lo único que me dividía de éste, era mi personalidad. Pero, progresivamente, la fui perdiendo, y así retome conciencia de que no había nada existente en mí, como nada inexistente. No era Nada y era Todo. Como el exterior y el interior era Yo misma, comencé a crear a mi antojo seres, rocas y demás. Todas las ilusiones fueron desapareciendo, y con ellas, yo también desaparecí. Miles de luces parecían festejar mi despertar del ensueño. Todas las realidades paralelas que había creado fueron adhiriéndose, hasta unificarse completamente.

Esperaba ver nuevamente algo familiar, pero no podía regresar de mi realización. Estaba a oscuras, en la nada misma, donde sentía la totalidad de lo Más Grande. Ya no tenía cuerpo, no poseía partes. Yo misma era un fragmento de la Inmensidad. 

 Una ola de vida, pasó por todo mi cuerpo y se fue, sin más, sin despedidas, fluyendo en el viento y en la paz del Infinito...

-¡He vuelto!-