nadlek

El Esplendor del Recuerdo

Ahora que soy parte del reino de los dormidos, y aunque a veces esta luz me ciega con su esplendor, puedo verte. A veces sentirte. Otras, tocarte mientras duermes. Desde aquí contemplo las múltiples memorias que he dejado, victimas de transcursos y distancias. Sin dudas el tiempo no prodigo insubstancialmente, toda mi ausencia tal vez justificada este. No extraño las mañanas porque sin dudas formo parte de tus actos y voluntades. No las guío, pero es como si el destino fue pactado en nuestras carnes.

No soy el olvidado. No soy el mármol que nunca viste, ni la rosa que nunca dejaste en el seco jarrón. Tampoco la estampa que nunca ves. Soy aquel que recuerdas. Aquel no perfecto, que comprendió aquí que la perfección seguirá siendo un aburrido privilegio de los dioses. El que te quiso con los errores que sólo yo veía y sufrió cuando estuviste lejos. Ese que amó la fraternidad y que encontró en los últimos escalones el puro amor hacia la descendencia. También el que a veces honraste sin saber porque. Soy ese.

No pienses en la madera y el bronce, en la tierra suelta, ni en el cirio que se encendió en la noche. Piensa en mí solamente y allí siempre estaré. Como dijo el poeta: sabes que solo moriré cuando me hayas olvidado. Nadie podrá sacarme tu beso, ni tus manos peinándome cuando tus lágrimas invisibles me abrazaron. Esta muerte no borrará los perfumes que se grabaron en nuestros sentidos. Voy ya cubierto de tus sueños y esta fluorescencia que no ves, es el cielo de los dormidos…