Sara (Bar literario)

Del domingo y su fruto

Prefiero no hablar de amor, lo sabes, lo sé...

Hay formas de limpiarse el polvo,estrategias para colocar mariposas en una caja de zapatos, y una sola para bajar el fruto, del árbol de naranjo.

Una sola vez hice el amor en una cama, tenía veinte años. Tomé el delirio de un vaso de licor, lo envolví con el mejor de mis silencios y lo derramé en un olvido con cara de hombre. Me miró como quien nunca ha visto el interior de un libro , dio vuelta la cabeza y se quedó dormido.

Se lo perdoné. Él tenía enredado en sus ojos la absoluta verdad de las cosas simples. Era yo la que prendía la vida en la elipsis de cualquier domingo. En domingo, no hay hombre que se entere de tener un alma con grietas ya secas y para colmo, mal curadas.  

Una sola vez. Después, el amor se hizo antes de caer la lluvia, con nubarrones de presagios grises y persianas ocultando el sabor de las cerezas.

El amor debe hacerse cuando la cremación del deseo nos deshaga, a ti y a mí por partes iguales en la sombra de cualquier lugar sin fechas para guardar en los alquileres del alma.

Te lo cuento, te lo advierto para que luego no extraigas de mis silencios, los restos de esos otros cadáveres. Tú serías uno de ellos.

Hay una sola forma de bajar el fruto, del árbol de naranjo.

¿Cuál es ésa?

Saber que lo quieres hacer y reconocer que lo estás haciendo.

Y, comerlo...