Carlos Del Real

La mujer de los perros

Cuenta la gente de una mujer,

quien da de comer y cuida  a los perros,

cuenta la gente de un hombre también,

quien fuera su amor, de oficio minero.

 

Ella tenía una enfermedad,

que desde los diez venia padeciendo,

y se perdía en un mundo in real

y dejaba su hogar por días enteros.

 

Él, que la amaba sabia de su mal

y la llevo al altar sin importarle eso,

porque él confiaba que se iba a curar,

con su gran amor y un buen tratamiento.

 

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Ya habían pasado la luna de miel,

tenían mas de un mes su idilio viviendo,

Él como siempre a la mina se fue

y dejo a su mujer todavía durmiendo.

 

Ella tenía también mas de un mes

sin ver a sus padres y quiso ir a verlos.

Sin avisarle a su esposo se fue,

pensaba volver pronto de regreso.

 

El sol salía y aquella mujer,

salía también rumbo al otro pueblo,

tomo de guía las vías del tren,

el cual a su vez partía al lado opuesto.

 

Todo marchaba bien, crecía mas su amor,

soñaban con tener semilla de los dos,

màs su cariño, se lo llevo el tren,

la gente cruel se lo arrojo.

E igual sus sueños, se los llevo el tren,

murió el querer, perdió el amor.

 

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Cuenta la gente, que al atardecer,

volvía el hombre aquel de su jornada

y su martirio comenzó a correr,

cuando a su mujer no hallo en su morada.

 

Loco de angustia se puso a buscar,

por todo lugar, con toda la gente

y alguien le dijo que la vio vagar

y luego abordar el tren de las siete.

 

Con esperanza se fue a la estación

y justo llego el tren de regreso,

màs su esperanza se desvaneció,

porque a su mujer no encotro adentro.

 

El tren vacio deja la estación

y vacio también, aquel hombre queda

y en un momento de desesperación,

al tren se arrojo y quedo entre sus ruedas.

 

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Faltando poco para obscurecer,

aquella mujer, volvía a paso fuerte,

se le hizo tarde casi sin querer,

sintiendo en la piel el frio de la muerte.

 

Entre la gente y la conmoción

partido allí en dos, vio a su esposo inerte

y en un aullido de desesperación

así se quedo perdida su mente.

 

Todo aquel pueblo fue, testigo inmutador,

que una mentira cruel dos vidas destruyó,

que su cariño se lo llevo el tren,

allí murió el, allí ella enloqueció

y que sus sueños se los llevo el tren

junto al andén de la estación,