José Jacinto Corredor Cifuentes

A UN PUEBLO COLOMBIANO: "LA UVITA2

(Poema dedicado a un hermoso pueblito de Boyacá)

 

En regio trono de montañas sentada

en medio de un valle do los querubes

hicieron moradas divinas, graciosas,

prendidas del cielo con hilos plateados.

 

En medio de fuentes de pinos y flores,

se encuentra feliz y apacible “La Uvita”,

sus gentes sencillas y buenas la adornan

de prados, sembrados, bosques y rosas.

 

Sus lindas mañanas llenaron mi alma

de mucha alegría, de tanta emoción,

el sol que besa sus campos entraba

en ella animando mi vida y mis sueños.

 

Paisajes floridos, cascadas risueñas,

las aves canoras, los bosques umbrosos,

las rocas erguidas, los montes tendidos,

la luna, el sol, las estrellas, las nubes,

el cielo, la tierra, la iglesia y el pueblo

conjugan gracioso paisaje variado

que mi alma, mi mente y todo mi ser

gozaron serenos y plenos de amor.

 

Las fuentes arrullan su sueño tranquilo,

los grillos lo velan coreando canciones,

las aves despiertan con suaves gorjeos

del sueño profundo los dulces encantos.

 

El sol matinal al levante sonríe,

fulgente del monte en la cumbre escarpada

y ya del poniente, con rayos rojizos,

matices dorados le da a sus viviendas.

 

Sus noches de luna, con miles luceros,

la cubren con manto plateado o azulado

y aquellas oscuras, las salpican cocuyos

noctámbulos faros que alumbran pausados

yendo y viniendo, errantes, serenos,

la noche alumbrando en su vuelo callado.

 

¡La Uvita querida! Quedaste tan lejos,

qué inmensas montañas de tí me separan,

allá tras los cerros te miro graciosa

sentada cual reina en medio de rocas.

 

En tí se pasaron gozosos los días

de un año que  no volverá con sus risas

y santos amores que atrás se quedaron,

perdidos en medio del tiempo que pasa.

 

Del tiempo que pasa llevando ilusiones

perdidas en una quimera salvaje,

quimera que muestra de endechas la vida

del hombre, envuelta en  dolor y llanto.

 

Allá se quedaron tus calles, tus casas,

tu parque de flores bellísimas lleno,

tus campos pujantes de vida y verdor,

de mieses doradas, de frutos prolijos.

 

Pues es “La Uvita” de mieses granero,

de pastos pradera, de flores jardín,

de Dios semillero, recreo de santos,

de María pedestal, de querubes ensueño.

 

Y todo me ofrece con cuadros hermosos,

poema que bulle en mis venas profundas,

poema que canta a tanta belleza,

poema que ofrezco sincero a María.

 

¡María del Tabor! mi señora querida,

que imperas desde ese tu trono de gloria,

que riges de un pueblo el destino

por recto sendero de flores y triunfos sembrado.