Alebrije

Tarde de toros

Los burladeros se abren ,

bufando sale de frente,

aterrado, despavorido,

perdido no sabe donde ir ,

busca corriendo, la salida,

solo encuentra la dura madera

donde las astas se estrellan,

los pitones se abren cual flor

y se queda ido, desorientado,

como un grito en la plaza.

Pero no está solo;

saltando como un maniquí,

la figura esbelta y reluciente,

que le engaña e incita

y lo lleva a ensartarse,

en afilada y reluciente puya

prendida en la punta

de la enorme garrocha,

que la mano del picador

cruelmente una y otra y otra vez . . .

le entierra y le parte el morro,

abriéndole  carne y  hueso;

bramidos de dolor y miedo

escapan navegando en la sangre,

que besa y humedece la tibia tarde.