Damian cuellar

Anhelos.

Es como un quejido de un alma lejana, que añora los días de ayer,

esos en los que los pájaros asomaban a la venta

y el sol cantaba temprano en la mañana,

hierros color jazmín se aferraban a los trastos

que traía el invierno escritos en su manto de nubes azules.

La caracola lánguida de los mares eternos,

cargados de espacios vacios donde el arrullo de la playa

puede anidar unos versos,

tantos como pueda, tantos como el alba pueda dibujar

en el firmamento, a expensas de la aurora que brilla en lo alto.

Y los viajeros de rutas cándidas, paridas de hongos, fulminantes,

recorren las estaciones corroídas por el granizo de frutos de las lluvias,

enterradas en un mayo eterno, negándose a morir en mis piernas,

como barro trepa en la ropa limpia, y pronto penetra hasta calcinar lo huesos.

A veces, me estremezco de cuanto

tarda en pasar la noche, yo la miro desde lo alto

preguntando a la estrellas, si alguien recuerda

los tiempos de los hierros color de jazmín,

si alguien siente como aúllan los lobos en las arenas milenarias,

Es como un quejido del alma,

donde todo se pierde en el olvido,

bajo la luz taciturna de los eternos momentos desvariados,

donde la cordura va de manos de la sombra

de un espectro como de ojos blancos.

Valla cuánto tarda en volver el ayer.