José Jacinto Corredor Cifuentes

ODA ALADA

Poderoso monstruo, ángel de las alturas,

que al rugido fiero de tus turbinas

atraviesas el espacio azul o ennegrecido

con tus alas extendidas rumbo al infinito.

 

Te canto estremecido por el fragor de tus motores,

abismado en la potencia que te dieron,

quienes en acortar espacio y tiempo se empeñaron,

dotándote de velocidad, gracia y sutileza.

 

Cuando arrellanado en tu interior me entrego

a la meditación o al sueño, en tu poder confiado,

me siento de la creación rey, señor de las alturas

y me figuro, cabalgar un cóndor encumbrado.

 

O envilecido y tan pequeño como una gota

me haces sentir al contemplar desde las nubes

los pueblos diminutos, los ríos, las montañas,

donde las gentes pasan a ser hormigas pequeñitas.

 

Es hermosa tu estructura, tiburón alado,

que en tu vientre transportas el progreso

y pones al hombre de Dios más cerca,

aproximándolo a los astros por encima de las nubes.

 

Cuando en la pista ensayas tu potencia

y te lanzas cual saeta en busca del espacio

atronando en derredor la atmósfera,

haces temblar la tierra y conquistas las alturas.

 

Porque eres la sublimación del hombre,

encierras su ilusión, su mística, su técnica

y serás un eslabón en la cadena que se empieza

para conquistar el universo y viajar por las estrellas.