No hay mar que no pierda sus dedos
-en el súbito Inquilino tropiezo-
de un silencio perforando la noche.
No hay mar que no se pierda en su agua
y muera en sus olas, húmeda mojada
llorando la fugacidad de su propio deseo.
No hay mar que se refleje en la noche
y no se mire en su costra, manantial negro.
No hay noche que haga del mar
el azul enamorado de su propio cielo.
No hay noche en el cielo, en el mar hay noche
En el silencio se escucha plañir los ecos
Del mar ahogando a la noche, en el cielo sin tiempo.
No hay mar que no pierda sus dedos
En el silencio perforando su noche.