Conozco emociones que gozan de envidiable discreción.
Las miras, les sonríes y si acaso se sonrojan.
Pero en cambio las mías,
las que viven en la Avenida Libertad,
esas, las caprichosas,
las hermanas Rebeldía,
no saben guardar la compostura.
Destrozan o reconstruyen lo que encuentran a su paso
depende de tu suerte.
Se desbordan porque sí.
Se me desbordan de los ojos, de la boca, de las mejillas.
Pero cómo les aprecio y les admiro,
cómo les agradezco que me estremezcan,
que me hagan sentir viva.
Disculpen los presentes, tal parece que mentí.
Me quedo con las mías, no hay nada envidiable en la discreción de las vecinas.