Metafóricamente hablando, ella era tan simple
como una calle del pueblo.
Como la calle Elordi, por ejemplo.
Tenía las alpargatas con hilachas
y el candor de un recién nacido en sus mejillas.
Era una sonrisa debajo de un acopio de pecas
y cuando caminaba volaban mariposas de sus huellas.
Dicen que a veces lloraba sin saber por qué
y las lágrimas se iban una a una hacia las rosas.
Otras veces lloraba con su propia poesía,
la que le nacía de un secreto rincón
pero que leía a media voz y a sonrisa completa
por las polvorientas arterias pueblerinas.
No soñaba con la fiesta de quince que jamás tendría.
Vivía el hoy con la frescura que derramaba su mirada
de verdosas tonalidades.
Un día la calle Elordi se vistió de luto.
Metafóricamente hablando, ella se nos escabulló de entre los dedos
y partió con su sonrisa y sus pecas, sus alpargatas con hilachas
sus mariposas rodeándole los chiquitos pasos y algún poema inacabado.
Entonces el dolor, sin metáfora alguna, se adentró en el corazón
de los pibes del barrio, de las madres del barrio, de las veredas
y balcones, de los gatos y los crisantemos. Y también de las rosas, por supuesto.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.