chocolatina

MI CIUDAD

Contra esquina del cielo, miro pasar las horas
mientras el cristal azul recubre las polvorientas y tibias calles de mi ciudad.
No le queda muerta toda ilusión, más bien se mira al espejo lúcida y valiente,
la miro de reojo

 para no interrumpir con escándalo.

Disimulo entre muertos

Y bajo la mirada tragando miedo y palabras.
Mi Torreón no es cantina, pero muchos pierden la memoria
y la hieren desde las mismas fronteras… 
Es mi tierra, tu tierra, la tierra de él.
Vacíos son los climas, con un color de infierno, que fatigan los montones de años
cuando por las plazas, tomados de la mano íbamos hasta las madrugadas.
Hoy se escucha una niebla que se enreda con el veneno del mediodía,
y se visten de colores entre camuflajes misteriosos, 
con miradas frías como el hierro entre sus manos.
No mata el arsénico que recorre mi sangre, como el sonar repetido de tus balas en mi cerebro.
Me mata el miedo y la tristeza de dejar mi piel y huesos entre ponzoña 
y que tal vez como el agua acaba, mi ciudad se desborona ante un mortal con aires de grandeza.

Como me dueles…

Eres un quebranto entre palmeras haciendo su lucha, que se hacen feliz entre llovizna ligera.

Tan joven y masacrado eres.

Ay! Mi pedazo de tierra asustada por venganzas que ni le van ni le vienen,
blanda por la humedad de meconios de los demonios que nacen.
Permaneces inmóvil con suspiros que apenas mueven mis ganas…   Que será de ti mi tierra maculada.   Cuando parta hacia el golfo, arrancaré parte de tus entrañas
y te llevaré, para compartir las historias viejas,
de cuando el arenal brillaba como polvos de oro, entre risas y danzas.
El sonar de tus danzones los domingos, después del caminar entre azúcares algodones
Y el recorrido libre por la escalinata del cristo santo al que ahora le tiemblan las 
manos.

El ayer queda entre mis labios y entre las fotos del recuerdo
presente te vivo como crucigrama en el intestino,
mañana te deseo con tu cielo cristalino y el corazón rebosante 
entre el desierto suelto de mis dunas.