ALVARO J. MARQUEZ

BEBÍ DE TU FUENTE

   Bebí de tu fuente y no se me quitó la sed ni se me fueron las ansias, me quedé clavado en la vorágine de mis deseos y sólo quería repetir tu nombre una y otra vez, navegar por tu piel, estacionarme en cada poro, sentirte, olerte, llenarme de tu esencia y sentirme en la gloria, porque estar contigo fue eso, una estancia divina en la gloria.

    Bebí de tu fuente y desfilaron ante mí tantos sueños locos que tuve contigo y eran locos porque amarte fue una locura, pero una locura muy especial. Siempre supe que ser un soñador tarde o temprano me traería alguna recompensa y qué mejor premio que estar contigo, respirar de tu aliento, perderme en tu mirada, saber que la vida me la dabas en cada sonrisa, escuchar cómo salían de ti suspiros y gemidos que gritaban a su vez, lo que eras tú como mujer.

    Bebí de tu fuente y quise hacer mil poemas que rondaran ese tema, ese recuerdo, sentí que al hacerlo sería la envidia de muchos poetas porque mi inspiración tenía su principio y su final en cada letra de tu nombre. No habría mar más majestuoso que tu cuerpo ni luna que influyera más en mí que tus manos aferrándose a mí piel. Hasta el viento soplaría celoso por la belleza de unos versos infinitos, en los cuales se leerían muchas palabras y un solo susurro diciendo te amo...

    Caminé en la oscuridad de la noche pensando en tu claridad, me detuve a recordar cómo besaba cada gesto, cómo bendecía tus manos, cómo saboreé cada beso, cómo te sentí mía, como nunca, como siempre. No sé si volverá a ocurrir pero ya ocurrió y desde entonces no soy el mismo, hay un antes y un después de ti en mi vida, hay un mundo en mi alma cuyo sol sólo brilla en tu rostro y guardo en mí el sabor del elíxir bendito de tu fuente, que construye en mi vida caminos para soñar, para amarte, para desearte y recordar que un día, una noche, simplemente el amor fuiste tú.