Demasto

Historia de dos que se pierden.


Te busqué porque me encontraba herido,
No de amor, sino de vida,
Nada te costó acercarte aquella tarde,
Nada hemos ganado, de esos besos reprochables.

Y sin que sintieras culpa,
Nos fuimos perdiendo por las calles de cierto barrio,
Mirando las frívolas vidrieras de Santa Fé,
Atreviéndome a regalarte un par de botas negras,
Y esa fragancia tan carente de poesía,
Que tan bien pronuncian tus labios en francés.

No había necesidad!, me aclaraste tercamente, (cómplice!)
Lo sé!, respondí sonriendo sutilmente, (culpable!)
Solo pretendo embellecer esta ciudad,
regalándole a sus calles,
Pincelazos de tu belleza sensual.

Y continuamos nuestra finita caminata,
relatándonos los pasos dados en soledad,
esquivando a las señoras y a sus perros,
propietarios de las sendas,
y de las veredas de Palermo

Y en la oscura habitación de mi casa,
me obsequiaste el tesoro de tu cuerpo,
añadiendo otro borrón a tu maltrecha moral, oculta,
a los ojos del otro hombre que te ama,
y que te prepara el te con leche en las mañanas.

Me dijiste, no es amor esto que te doy, Nico,
Son apenas sorbos del vino que endulza la amargura,
No hay espacio ahora para nuestros corazones
Correspondiéndose argumentos,
De amores Shakesperianos,
Sólo noches de lujuria.

Estás triste, lo sé, lo siento, (añade sin pudores…)
Te delatan tus besos en mi cuello,
Nunca antes habías dedicado tanto esmero,
Pareciera, que tus botas se han cansado de chapotear en el lodo,
y que ansían olvidar estas noches,
estos cofres en los que ya no encuentras oro.


Quedate! le digo sin convicción, vulnerable,
(propuesta vedada a mis labios en la mañana)
Quedate hasta el lunes Princesa,
Vayamos a desayunar y a recorrer las calles,
Volvamos a aquel zaguán que nos bendijo en otro tiempo,
Donde con el alma en las manos,
Nos incendiamos con ese primer beso.

No puedo! Fue su respuesta,
Para que? Fue su pregunta
Nos tenemos para combatir al tedio,
De la vida que nos aplasta,
Y que torna de aburridos grises,
Las sonrisas de nuestros ojos los días de semana.

Frente a mí, comenzó a vestirse lentamente,
Una a una las prendas fueron cometiendo el pecado,
Enrocando desnudez por mesura,
Concluyó recogiéndose el cabello,
Y alegando compromisos de una tarde de noviazgo.

Donde quedó mi pulsera de plata?, me preguntó alterada,
Seguramente entre las sábanas, le respondí tramposamente,
Se acercó, la tomé del brazo y la besé nuevamente,
Me correspondió!, y juro que en sus labios,
Nuevamente hallé amor.

Las escaleras, mi condena,
La descendimos tomados de las manos,
No te vayas le sugerí nuevamente,
No me respondió,
(silencio en que se recordaron nuestras miradas)
Tomó mi rostro con sus dos manos
Y con lágrimas que nacían de sus ojos,
Juntó valor y me laceró; te amo,
Pero nuestros pasos deberán seguir a otros pasos.

Quedé, sólo en el hall de entrada,
Sangrando por esas dos palabras clavadas en mi pecho,
Incapaz de reaccionar a tiempo,
Sólo pude gritarle…
Llamame, te voy a estar esperando.

Subí, fui hasta la cocina y preparé el mate,
Encendí otro cigarrillo y me senté en el sillón,
Mirando la nada, vacío, oscuridad,
Reflexioné, no tengo cura,
(Pero sin lágrimas,
sólo resignación y un nudo en la garganta).