norberto marin bolivar

QUIMERA

Una noche, sublime y estrella,

un lucero me mira vacilante;

y parece decirme en su mirada:

soy el alma de aquella flor errante

que te amó con pasión idolatrada.


Yo tan bien, como tú, sufro el flagelo

de esta ausencia mordaz que me devora;

de mis noches de amargo desconsuelo;

de mis días sin luz y sin aurora.


Tu recuerdo es la imagen que ilumina

el difuso sendero de mi vida;

y como alma perdida en la neblina

voy llorando el dolor de tu partida.


Esta noche escudriño el infinito

y ruego  a Dios que, un venturoso día,

me lleve por el mismo senderito

allá donde tú estás, amada mía.


Pero sabré esperar, con estoisismo,

el momento final de mi partida;

que la muerte me saque del avismo

fatal y doloroso de la vida.