nelida anderson parini

LAS HORAS PERDIDAS...

Estas manos reír hoy no quisieron,

sus sonrisas recorren el vacío,

sus aplausos de pronto enmudecieron,

entregándose a los goces del hastío.

Como agua corriendo entre los dedos,

se escapaban las horas aquel día,

descolgando del tiempo antiguos miedos,

una mustia alegría se vestía…

Las miradas pegadas en el suelo,

ocres huellas que el alba consolaba,

con naranjas y rojos, guardan duelo,

 ya sus ojos el llanto despeinaba…

Por el aire viajeras las campanas,

sus tañidos en coro repetían,

sobre brisa trepando la sabana,

el sonido lejano repartían…

Verde el campo silencia su belleza,

por apartos sus miedos escudriña,

busca hallar la razón de la tristeza,

que marchita el verdor de la campiña…

Un perfume de pena abraza al viento,

huele a tierra, a sangre, a cobardía,

entre nubes se enjuta el sentimiento,

bate alas el Ser en rebeldía…

En eterno momento de condena,

la mañana descubre su agonía,

del ardiente cenit cuelga su pena,

inclemente luce el sol del medio día.

Tienden sombras los ríos de la mente

caboteando recuerdos doloridos,

que ennegrecen segundos del presente,

estallando en lamentos afligidos…

Corre amargo el llanto la vertiente,

caudaloso, violento y compelido,

queriendo desahogar en su corriente,

fantasmas en los mares del olvido…

Navega sanación contracorriente,

naufraga el corazón cruento río.

El oleaje golpea inconsecuente,

vapuleando a placer débil navío…

Un salino horizonte recrudece,

por océano de lágrimas vertidas,

Acimut de esperanza resplandece,

con promesas futuras esparcidas…

Entre rojos rosados y violetas,

el celaje anochece colorido,

ya las horas cansadas de piruetas,

buscan darle final al recorrido.

Un naciente universo de visiones,

agujerea el cielo de proezas,

en augurio de nuevas ilusiones,

al tiempo van limándole asperezas.

Refulgente horizonte amanecido,

absorbe de las horas su tristeza

y sonrisas despunta agradecido,

 en un tiempo sembrado de belleza…