Eduardo Torres Isleño

Recordar a Blanca

Cuando no duermo bien

y busco la despreocupación de los árboles,

pienso en las mañanas de febrero,

la primavera de marzo.

Pienso en tus besos soñolientos y ocultos y terribles

creciendo en la noche de una ciudad distinta

a esta donde aún vive mi agonizante guitarra,

y llega el miedo inevitable

que flota como la sombra del olvido,

hasta mi sangre desvanecida

y aprendo que el dolor y la memoria

son lo más absurdo que pueden recibir mis manos.

No quiero recordarte, pero no puedo,

hay esencia de tu aura

por donde quiera que veo,

y no estoy seguro

de haber conocido tus pies, o tus ojos

o todo tu cuerpo alejado y secreto

en el mejor tiempo perdido que permanece y arde

como una vela de kilómetros de altura

y no estoy seguro, de olvidarte,

o creer en tus pasos de vuelta

como un efecto maléfico y delirante,

de no dormir bien.