Oscuro y tupido telón engalana todo mi ser.
No veo tus ojos...
Luto enmascara la sangre que hiela el tunel de mis venas.
No más río que une, no mas sal en las alas.
La realidad que no quise tocar con palmas abiertas,
blancas y llanas, se apodera en el trono de mi esencia.
Amor... amor de carne, hueso piel y tintero:
¡Han arrancado todas las flores!, pero no temas...
tu y yo sabemos que no podrán evitar la primavera,
aunque no sea tuya ni mia.
No veo tus ojos...
Sea el miedo, el infierno o las carpetas. ¡No sé que fuera!
pero sé que me sentí sola, luz en el desierto, triunfadora
de mi libertad que a ti se encadena.
Conchas muertas decoran el mapa de mi rostro,
enmarcado con pañuelo negro de seda, cubre
el lacio cabello que ya no vuela.
En el dulce camino sentí como se astilló el corazón,
mi pecho sediento enterrado bajo las piedras.
Cicatrices no han de lucir mis manos,
más peor son las heridas en impentrables entrañas.
No veo tus ojos...
No amor, no digas más que tal belleza no merece
este dolor, esta pena... porque es tan cierto cómo
que miel tornaríase hiel.
Desaparecer...
Sobre alfombra de amapolas camino,
mi piel se deshace en chorros de néctar de limón
y reboso aroma a flor de azahar,
mientras porto por castigo sagrados cardos
en la planta de mis pies.
No veo tus ojos...
Arrastro carretas de rosas rojas e inadvertidamente
piñas se mezclan entre eucaliptus en mis senos de mujer.
A mi paso la luna se me escapa entre las manos,
colgada en su lugar de origen empapada de amargura.
Mientras, bajo la vista, gatos se atornillan en mis muslos.
Maullan incesantemente, rogando tiempo dorado, divino espacio...
No veo tus ojos...
Pero sigo adelante... con alas de mariposa errante, para desaparecer...
Me pierdo donde ya sé no habrán poemas y el campo tendrá puertas,
donde las gentes no dicen "si" al amor...
No hay más... no puedo más, amor. No quiero seguir sintiendo
esta ardiente muerte, esta maldita suerte.
En ocasiones se gana, en otras se pierde...
Desaparezco en tus ojos... amándote desaparezco...