Eduardo Torres Isleño

Selene

A veces, de la nada, llega desde los centímetros,

               una chispa blanca de tu piel, intensa como la marea.

Llega la profundidad y la ternura del infinito terrestre.

Yo paso con lentitud y maldad de un explorador ambicioso,

conquistando territorios, asombrado, hambriento, gozoso, dando vueltas,

conduciendo por las aguas y los rápidos y los oscuros, quitándote la vida,

                entregándote poemas escritos en caña de azúcar.

Miro tu cabello esparcido en los valles y los desiertos,

         los glaciares, el hielo de tu espalda,

el mundo se ha vuelto una pulsera tuya.

Vas por la tierra y la tierra no ve tus ojos,

yo te persigo y te encuentro y no te alcanzo,

         y corro más aprisa pero nunca te detienes.

Yo golpeo la roca suave de las nubes,

atorado en la espuma de carne que no me suelta, y no quiero soltarme.

 

Vanamente apagamos los astros y las hogueras

intentando sobrevivir al calor

de la desconocida eternidad.