Oscar Perez

Soliloquio con llamada

Soliloquio con llamada

 

Hoy que no somos generación ni historia,
ni mano ni oído del corazón quebrado,
y a ciegas y a pedazos buscamos el olvido,
que así llamamos hoy al recuerdo y la memoria.
Hoy que vagamos sin cielo ni horizonte,
pájaros sin vuelo ni alas,
naves sin timón ni norte,
yo pido, yo sugiero, en mi fugaz certeza,
partir reconociendo la globalidad de la derrota.
Fue en Babel y en China, fue en Berlín que el muro
se levantó para partir en dos al hombre,
luego nadie pudo reagrupar cada fragmento,
y es más, los hizo polvo tras la caída de los sueños.
Miremos el desierto, la ciudad deshabitada,
los ojos vacuos del sol y de la luna,
y las cuencas perdidas, resecas de su llanto,
miremos la osamenta tendida en los cordeles de humo, mientras gotea la sangre formando charcos sin sentido.

Hubo poetas, claro, siempre hubo poetas

y damiselas y soldados y tahúres junto al mago,

al mercader y al ángel, que quisieron redimirnos,

fuera por fuego o palo, fuera con pizarras o sobornos,

de todo lo execrable, de lo ruin en nuestro fuero,

de nuestras propias flaquezas y conjuros.

Y es que en la tierra nadie es más responsable de la tierra

que nosotros mismos a cargo de su esfera,

de nuestros propios pasos, del niño que nos sigue,

de la verdad que tirita por falta de un te quiero.

Les digo pues que todo ya está hecho,

pero no todo está desecho y, luego,

nos queda todavía por qué alzar la copa o la guitarra,

nos queda por amar un par de ocasos todavía,

con la piedad al hombro y el sexo en buena cama,

con voluntad de un fuego que alumbre un nuevo trigo

y expurgue sin dolor el orín de nuestros muros.

Convídame, pues, tú, que excavas en tus sueños,

tú que en los cabellos no has perdido las estrellas

y conoces como yo la libertad de tener nada

y de así, sencillamente, amar a todos sin espanto.

Es tiempo, es hoy, es para siempre,

mi verso aquí se acaba, pero tu beso

lo fecunda cada vez que entre tus brazos yo me encuentro.

 

03 05 12